Medicina Basada en la Evidencia (MBE), es un enfoque de la práctica médica que ayuda a los médicos “a tomar una mejor decisión centrada en las características del paciente integrando la experiencia clínica con la mejor evidencia obtenida de una investigación sistemática” (IMSS)
 
El enfoque de la MBE debería usarse para diseñar políticas que conduzcan a solucionar los problemas que aquejan al sector. 
 
Según el índice de Acceso Global de Salud (The Economist Inteligent Unit), Colombia ocupa el 5º puesto en América. Sumando cobertura universal, bajo gasto de bosillo, esperanza de vida y alta satisfaccion; se puede diagnósticar que tenemos un buen sistema de salud.
 
A pesar de estos indicadores favorables, existen signos que si no se intervienen de manera urgente, el pronóstico puede pasar a “reservado”. 
 
El principal signo de preocupación es la debilidad financiera, causado por un plan de beneficios muy amplio, pero con déficits en su financiación; así como una alta demanda de servicios por fuera de este plan. El resultado es una crisis financiera, cuyotamaño es 1,6% del PIB. 
 
Quizás ésta no tendrá el impacto de la crisis financiera de las hipotecas de 1999 que presentó una caída del producto en 4%, pero tienen elementos similares en su origen. Una de las causas de la crisis hipotecaria fue la liberalización financiera que condujo a “un importante incremento de las entradas de capital que causaron una significativa expansión monetaria y de crédito, estimulando un mayor gasto público y privado” (Uribe, José Darío. 2012). 
 
Así mismo, una de las causas de la crisis de la salud fue la liberalización de los precios de medicamentos iniciada a mediados de la década pasada, que condujo a un importante incremento en la entrada de nuevas moléculas al país causando una significativa expansión de la demanda de medicamentos de última generación (la mayoria por fuera del plan de beneficios), estimulando un mayor gasto por este concepto.
 
Los economistas Reinhart y Rogoff (2009), han mostrado la conexión entre una crisis financiera, una  macroeconómica y una  fiscal; es necesario entonces, que cualquier alternativa de solución se aborde desde estas tres perspectivas.
 
La receta financiera es un “recombinante”: suficiente liquidez para una pronta recuperación; desintoxicación, mediante la movilización de los activos problemáticos y no estratégicos a una Sociedad Gestora de Activos (SGA); y reestructuración de pasivos, para resistir el estrés.
 
La SGA, que podría ser CISA, colectará las cuentas por cobrar de EPS e IPS a Entes territoriales y al ADRES, que son “en últimas, una deuda del Estado, deuda que ha venido creciendo de manera importante”. Pero esta deuda carece de liquidez (Carrasquilla, Alberto. mayo 2018). 
 
A cambio de estos activos, se entregaría a EPS e IPS deuda subordinada avalada por el Estado (TRD – Títulos de Reducción de Deuda). El ADRES, como Banco Central de la Salud y prestamista de última instancia, será el emisor de estos TRD. Con esto, las cuentas por pagar del Estado al sistema de salud, se “convierten en deuda pública explícita” y proporciona “automáticamente liquidez al instrumento y oxígeno al sistema” (Carrasquilla) 
 
La solución a la crisis de la salud debe estar alineada con las metas fiscales del gobierno. Esto implica que debe garantizarse la estrategia de “endeudamiento objetivo” que propone ANIF. No obstante, es indispensable una pequeña dosis de relajamiento cuantitativo, para que nuevos recursos irriguen la senda de un crecimiento sostenido.
 
En ese orden, la deuda emitida por el ADRES, debería financiarse con los recursos liberados de la disminución de los encajes bancarios que ha propuesto la Asobancaria, cuyo valor suma $9,58 billones. 
 
Estos recursos activarían “el multiplicador monetario, facilitándose el pago de las deudas (…), el cual a su vez motivará la generación de valor agregado por la expansión del sector servicios” por la reactivación de los planes de crecimiento de clínicas y hospitales que se vio truncada por la Crisis (Clavijo, Sergio. 2014). 
 
Es urgente ponerle punto final a la sobredosis de sufrimiento innecesario que han venido padeciendo los actores del sistema. La evidencia científica muestra que la efectividad de medidas utilizadas en otras industrias, sería una buena alternativa para el sector salud. 

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