Es muy difícil hacer un balance de una empresa que opera en un sector tan sensible como el de la salud, donde la agenda noticiosa lo que marca son las malas noticias por dificultades en la prestación de los servicios, y por censurables hechos de corrupción (solo para nombrar dos de los más representativos en el año: las muertes por desnutrición en la Guajira y el caso de los hemofílicos en Córdoba). Y si a este costal de malas noticias se le agregan los dramas e historias de pacientes que “youtubers”, tuiteros y demás especímenes del mundo digital “cuelgan en la red”, el balance no puede ser más desalentador.